Sería saludable, después de las elecciones

18-03-2008.
Aquí estoy yo, martes santo, intentando mejorar la calidad de la educación, enganchado al ordenador con el proyecto que el próximo lunes se aprobará, previsiblemente, en el claustro de mi colegio. ¡Ay, si me viera mi viejo maestro: setenta años, cincuenta niños de unitaria, regla en ristre para mejorar rendimientos imposibles! Aquellos eran los años cincuenta: prietas las filas con la cara al sol, imaginando montañas nevadas de un Imperio simulado de banderas al viento… Entonces, la calidad no se debatía, se daba por buena, y punto.

Ahora es muy diferente: la educación ha mejorado notoriamente a pesar de los errores Logse, que convirtió los colegios de Infantil y Primaria en un paraíso, mientras que la Secundaria Obligatoria se sumió en el desierto más árido y espinoso. A cambio de la formación musical y la Educación Física, se sacrificaron una hora en Matemáticas y otra en Lengua con el resultado consiguiente: disminución de la comprensión lectora y del razonamiento matemático, claves en el informe PISA y en las pruebas diagnóstico que se vienen aplicando en 5.º de Primaria y 3.º de ESO. La nueva LODE ha corregido el error, recuperando el tiempo que se robó a las áreas instrumentales básicas.

Siempre he reconocido el esfuerzo que la Junta de Andalucía ha realizado por mejorar la educación pública, hecho incuestionable, aunque todavía insuficiente (integración, CEPS, aumento de plantilla con horario cero, TIC, plurilingüismo, Centros de puertas abiertas, planes de convivencia, regularización de las actividades extraescolares…). También he denunciado incansablemente la falta de medios, la insuficiente preparación del profesorado en Secundaria, las ratios elevadas, la ineficacia de los refuerzos educativos…
Después de leer los artículos de Mariano Valcárcel y Paco Fernández, con los que coincido, sólo quiero enumerar, desde mi posición de veterano Jefe de Estudios de un centro público, los incentivos que, en mi opinión, son necesarios para mejorar la calidad de la enseñanza:

 

  • Más inversión en formación inicial y permanente del profesorado.
  • Ratios no superiores a quince en Infantil y a veinte en Primaria y Secundaria.
  • Profesorado estable para refuerzo educativo (que no sustituya las bajas).
  • Homologación salarial en todo el territorio nacional que evite afrentas comparativas.
  • Desdoble de técnicas instrumentales básicas en Matemáticas, Lengua e Inglés.
  • Mayor importancia de la función tutorial, remunerada en todas las etapas educativas.
  • Reparto de alumnos con necesidades educativas especiales en todos los centros públicos y concertados (en la actualidad el 80% de estos alumnos se encuentran en centros públicos).
  • Implantación de programas de diversificación curricular y PIP a partir de tercero de la ESO, que permitan trabajar en este curso aquellos objetivos básicos, como la comprensión lectora y el razonamiento matemático, para poder pasar a la segunda etapa escolar.
Es verdad que el absentismo del profesorado es alarmante. Las cifras aumentan y la capacidad de control por parte de la inspección médica es insuficiente. Algo había que hacer para corregir esta situación, por lo que supone de inestabilidad en el alumnado, que a veces tiene que soportar numerosos cambios de profesorado en el mismo curso escolar.
La noticia de que el 50% de los claustros aprueban la propuesta de la Junta de Andalucía significa que un gran número de docentes no queremos renunciar a la mejora salarial que esto conlleva ‑¡faltaría más!‑. Pero también hay que tener en cuenta que, a pesar de aprobar el proyecto de calidad, un gran número de centros se han manifestado en contra de la humillación que supone mejorar a cambio de dinero. La actitud no se compra. Quienes arrimamos el hombro, seguiremos haciéndolo con incentivo económico o sin él. Los que equivocaron su vida profesional, seguirán enseñando sin motivación. A todos los conozco bien, después de cuarenta años en esta absorbente y hermosa profesión. Como igualmente reconozco con facilidad a quienes intentan manipularnos, sean sindicatos o administradores públicos. El «¡No a la rendición!» que algún sindicato lanzó, comparándonos con Murcia, o la afirmación falsa de que estamos a la cola salarial en relación con el resto de Comunidades Autónomas es un ejemplo de lo que digo.
De cualquier forma, mi visión optimista del futuro, representada en el recital poético en inglés con las dos profesoras (norteamericana e inglesa) de apoyo al plurilingüismo en mi colegio, pasa por alguna dimisión en los despachos de la Consejería de Educación. Sería saludable, después de las elecciones.

 

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