06-06-2008.
C) Apéndice uno (1984)
Era un día de enero de 1984. Iba a preparar una lectura poética y me di cuenta de que habían pasado dieciocho meses desde entonces y que mi producción poética había crecido con una nueva colección de poemas amorosos, Mar de alfileres, y con dos miniseries: Versos itinerantes (poemas de viajes) y Madrigales de la espera (poemillas breves escritos en jornadas). Decidí unir estos dos pequeños librillos con otro manojo de poemas sueltos e inacabados, Recortes de vida lenta, y hacer un solo libro al que bauticé con el nombre de Poesía penúltima (8).
Se puede decir que con este apéndice se cierra mi creación poética más sostenida y más sistemática. Puede considerarse cerrada en 1987, coincidiendo con mi marcha a Lisboa, como profesor del Instituto Español. Eso creía yo. A partir de entonces, me interesé más por el ensayo y la prensa aunque, de vez en cuando, tú mismo te exigías algún poema que otro para pellizcarte y sentirte aún con el gusanillo dentro.
El ardor juvenil devino en una equilibrada serenidad madura. La vida transcurre lentamente y sólo nos alimentamos de recortes, de retales agridulces. A los cuarenta años, decidí hacer inventario y dejar morir a la muerte. Como muestra de esta poesía «a salto de mata», incluyo este apéndice uno, de significación muy diversa. Y hay mucho de reelaboración y corrección. El «monólogo del poeta», por ejemplo, es un poema reelaborado muchas veces.
Casi todos los poemas son inéditos y, aunque no pertenecen a ninguna colección concreta, el alma de Sonámbula estación los airea y los pudre. Son poemas fuertes ‑muy diversos y distintos‑ sobre musas, símbolos y experiencias que han conformado la intrahistoria de un hombre que entiende ‑como Aute‑ que sólo morir permanece.
22
Auríspice fue el símbolo de un estado de ánimo, de una etapa angustiada. La vida amorosa, que discurría sin sentido, fue suplantada por un infierno de sexo, de alcohol y de trasnoche. No era sólo bohemia, era vacío existencial. La mujer apareció como enemiga, de ahí el sustrato misógino del poema. El vocabulario se hace vómito, pus y asco.
Auríspice
‑I‑
Pero prefiero leer a Michael Ende
o fingir que no muerden los engaños.
Hubo un vino en tu ciclo de cigüeña
que bebí con la baba abrevadero
y el frescor de tu gel adolescente.
o fingir que no muerden los engaños.
Hubo un vino en tu ciclo de cigüeña
que bebí con la baba abrevadero
y el frescor de tu gel adolescente.
Y prefiero descifrar el espasmo de los tais
o traicionarte en el Rey Chico cada sábado.
Hubo un mosto de pus en tu sexo de aguacate
que embriagó de veneno aquel orgasmo.
o traicionarte en el Rey Chico cada sábado.
Hubo un mosto de pus en tu sexo de aguacate
que embriagó de veneno aquel orgasmo.
Y prefiero gotearme en mi cuerpo de caballo
o pincharle el colmillo a Harry Haller.
Hubo un glande de bronce en cada labio tuyo
que sangró las cerezas de mi boca,
iAuríspice!
o pincharle el colmillo a Harry Haller.
Hubo un glande de bronce en cada labio tuyo
que sangró las cerezas de mi boca,
iAuríspice!
‑II‑
Pero prefiero hacerte infiel cada verano
o masturbar tu bromuro en cada esquina.
Hay un vidrio de bronce en esa música
que llenabas de rock oyendo a Mozart.
o masturbar tu bromuro en cada esquina.
Hay un vidrio de bronce en esa música
que llenabas de rock oyendo a Mozart.
Y prefiero enrollarme con las geishas
o morder ese póster de Mick Jagger.
Hay un verso de estaño en tu cadera
que siempre me recuerda a Passolini.
o morder ese póster de Mick Jagger.
Hay un verso de estaño en tu cadera
que siempre me recuerda a Passolini.
Y prefiero la guitarra de John Lennon
o ser un bacanal que ronda en Saint‑Tropez.
Hay una canción rayada en este disco viejo
que se cuela en los poros del jadeo.
iAuríspice!
o ser un bacanal que ronda en Saint‑Tropez.
Hay una canción rayada en este disco viejo
que se cuela en los poros del jadeo.
iAuríspice!
‑III‑
Pero prefiero ser poeta de los gauchos
o mal‑decir las qasidas de Ben‑Zayde.
Habrá un demonio en tus párpados de niña
cuando ya sólo ronquen los aullidos.
o mal‑decir las qasidas de Ben‑Zayde.
Habrá un demonio en tus párpados de niña
cuando ya sólo ronquen los aullidos.
Y prefiero el románico de Dante
a la gótica azul de Melibea.
Habrá un opio de arsénico en tu lengua
cuando el lobo llanero ya no sangre.
a la gótica azul de Melibea.
Habrá un opio de arsénico en tu lengua
cuando el lobo llanero ya no sangre.
Y prefiero el diafragma de rameras
o llenarme de rimel en Las Ramblas.
Hay un esparto en el mar de aquella playa
cuando estrujo esta araña de Van Gogh.
iAuríspice!
o llenarme de rimel en Las Ramblas.
Hay un esparto en el mar de aquella playa
cuando estrujo esta araña de Van Gogh.
iAuríspice!
‑IV‑
… Pero prefiero a Cioran más que a tu risa
o el insecto de Kafka en los cristales.
Hubo un gesto de Fidias en nuestro barro
que pudrió el alquitrán de tu saliva.
o el insecto de Kafka en los cristales.
Hubo un gesto de Fidias en nuestro barro
que pudrió el alquitrán de tu saliva.
Y prefiero el lagarto acuchillado
o llorarme en silencio con Kavafis.
Hay un tiempo maldito en nuestra agenda
donde ya sólo habita Humphrey Bogart.
o llorarme en silencio con Kavafis.
Hay un tiempo maldito en nuestra agenda
donde ya sólo habita Humphrey Bogart.
Y prefiero este postre sin azúcar
o mirarme al espejo como Larra.
Habrá un responso de cisne en Boticelli
y un nocturno de asco en cada coito.
iAuríspice!
o mirarme al espejo como Larra.
Habrá un responso de cisne en Boticelli
y un nocturno de asco en cada coito.
iAuríspice!
(Sonámbula estación. 1990)
23
Seguía el estado de ánimo. Los gerundios mordían en cada espera. Eran y son la antítesis de una etapa (81‑84) especialmente sufriente y sufrida. Coincidió, en cambio, con una etapa muy creativa, sobre todo en la prensa, en lo profesional; también en el hervidero político del momento. Esta trilogía de los verbos se completaba con dos poemas «Infinitivos» y «Participios» que no incluyo porque… todos no caben en una antología.
Trilogía de los verbos
Mordiendo
Mordiendo la víbora, mordiendo la estatua,
mordiendo la herida, mordiendo la fiebre,
mordiendo el diablo, mordiendo la bestia,
mordiendo el gusano, mordiendo la escarcha,
mordiendo la estampa, mordiendo la espuma.
mordiendo la herida, mordiendo la fiebre,
mordiendo el diablo, mordiendo la bestia,
mordiendo el gusano, mordiendo la escarcha,
mordiendo la estampa, mordiendo la espuma.
Mordiendo sin morder. Siempre mordiendo.
Esperando
Esperando el viaje, esperando la cita,
esperando los surcos, esperando las venas,
esperando epidermis, esperando silencios,
esperando los sueños, esperando amapolas,
esperando unos ojos, esperando un fonema.
esperando los surcos, esperando las venas,
esperando epidermis, esperando silencios,
esperando los sueños, esperando amapolas,
esperando unos ojos, esperando un fonema.
Esperando la espera. Esperando muriendo.
Siendo (9)
Siendo ave, madera, luto, gloria y sanguijuela,
siendo cima, simiente, hueco, llave y crucigrama,
siendo nube de luna, siendo sol, siendo tiniebla,
siendo problema, equis, gamma y caracola,
siendo equinoccio, cruz y raya, silencio…
siendo cima, simiente, hueco, llave y crucigrama,
siendo nube de luna, siendo sol, siendo tiniebla,
siendo problema, equis, gamma y caracola,
siendo equinoccio, cruz y raya, silencio…
Siendo ser y no ser. Siendo y no siendo.
(De Interminables gerundios)
24
Poco comentario tiene este poema. De un realismo evidente, describe una situación de todos conocida: la prostitución. Pero no es una experiencia. El autor confiesa públicamente que nunca fue de putas (quiere decir, pagando); afirmación que, por cierto, puede leerse también en «La bragueta nacional». Pero la sordidez de los antros es descrita sin concesiones a la galería. Incluido en su origen en Sonámbula estación, fue recolocado en Sustantivos de invierno cuando se publicó Hominal presencia (1985).
Existencial
«Existir es tener conciencia de vivir en el tiempo».
M. Santos.
M. Santos.
Junto a esta embriaguez de sexos y de vinos,
terciopelo violeta en cada quicio,
junto a esas baratijas de perfumes
y esputos retorcidos; junto al cuadro
bacanal de nuestra cama que se exuda;
junto al frasco de orín que nos chorrea
un seno descorchado con la baba
de aquel sabor a cieno; junto al polen
que sigue eyaculado en la consola;
junto a todos los buitres yo te amo.
terciopelo violeta en cada quicio,
junto a esas baratijas de perfumes
y esputos retorcidos; junto al cuadro
bacanal de nuestra cama que se exuda;
junto al frasco de orín que nos chorrea
un seno descorchado con la baba
de aquel sabor a cieno; junto al polen
que sigue eyaculado en la consola;
junto a todos los buitres yo te amo.
Porque temo tener ratos de asco
sin saber los diagnósticos, sin lumbre
que me haga jurar tu nombre en vano;
porque siento tus uñas entre las rayas
de este cuerpo de bestia; porque quiero
hartarme de tu pus, de este suicidio
que existe en cada poro existencial.
sin saber los diagnósticos, sin lumbre
que me haga jurar tu nombre en vano;
porque siento tus uñas entre las rayas
de este cuerpo de bestia; porque quiero
hartarme de tu pus, de este suicidio
que existe en cada poro existencial.
Porque te amo,
la vida sigue ardiendo a estas alturas.
la vida sigue ardiendo a estas alturas.
(Sustantivos de invierno)
25
La tensión misógina iba a romperse. Apareció de nuevo el amor, a hurtadillas, con peligro, casi a tropezones… pero apareció. Se estaban gestando los poemas más maduros y, en su mayor parte, inéditos. Pero éstos ya los colocaremos en el tercer capítulo, pues me he propuesto ir por orden… dentro de lo que cabe.
El poema 25 saludaba a otro amanecer. Lentamente iba desapareciendo el pesimismo angustioso y volvía la fe recobrada, no sólo en el amor, sino en la vida. La mujer‑demonio (Auríspice) había desaparecido y se había transformado en la mujer‑ángel. Esta fue la clave de un nuevo romanticismo para mí. Soledad es eso: metal agridulce, paz en la guerra, ira y eros…
Soledad
Nimbo samba del hondo cuenco amargo
que corroes mi rabia y roncas ruido,
pozo, azote de azúcar entre el silbido
de metal agridulce. Túnel largo.
que corroes mi rabia y roncas ruido,
pozo, azote de azúcar entre el silbido
de metal agridulce. Túnel largo.
Hoy me nombro tu amante. Sin embargo,
libero en ira el eros de Cupido.
¡Apártate! ¡Ven pronto! ¡Vete! Pido
tu paz de guerra azul. Mi añil letargo.
libero en ira el eros de Cupido.
¡Apártate! ¡Ven pronto! ¡Vete! Pido
tu paz de guerra azul. Mi añil letargo.
Fantasma. Talismán. Faluca. ¡Dame
la cárcel liberal que escuece y mima!
No quiero oír tu eco, aunque te aclame.
la cárcel liberal que escuece y mima!
No quiero oír tu eco, aunque te aclame.
¡Perdón! No sé. ¿Qué digo? Haz que tu rima
se esculpa en suave sol. ¡Calienta! ¡Lame
la fiebre del amor que me redima!
se esculpa en suave sol. ¡Calienta! ¡Lame
la fiebre del amor que me redima!
(Sonetos con cuerpo de mujer)
26
¡Recuperada la fe y la visión optimista del vivir, aunque siempre al acecho y por si acaso, quise hacer una declaración de lo que para mí era ser poeta. Algún amiguete confundió este monólogo, en donde expreso ideas (definiciones), con el poema «Por qué escribo» (147), en el que hablo de motivos e intenciones. Parece un asunto sin importancia, pero para mí la tiene. La poesía no soy yo ni tú (aunque lo diga Bécquer). Sin embargo, tú y yo sí escribimos para alguien y por algo. ¿Lo habéis pillado?
Y otra cosa más: hablo de monólogo, de ese diálogo con el hombre que va conmigo, de ese espejo cómplice al que tendré tiempo de aludir más adelante. Destaco la sinestesia como recurso del poema.
Monólogo del poeta
A modo de concepción poética.
Ser poeta es cogerse de la mano, muy suave,
hasta acariciar el olor de la otra mano,
y respirar los sudores invencibles de otra atmósfera,
con la misma alegría y con el mismo aire.
hasta acariciar el olor de la otra mano,
y respirar los sudores invencibles de otra atmósfera,
con la misma alegría y con el mismo aire.
Ser poeta es andar muy despacio, parando los relojes,
hasta oír los silencios, los cristales,
con el fuego lunar de un nuevo eros,
y escuchar el color, no hablar con miedo.
hasta oír los silencios, los cristales,
con el fuego lunar de un nuevo eros,
y escuchar el color, no hablar con miedo.
Ser poeta es abrirse en las ventanas, abarcar horizontes
con la luz y el gozar de otros matices,
hasta hacerse imprimir en otra vida, y dar un testimonio
que ahogue las máquinas y su vocear a voces.
con la luz y el gozar de otros matices,
hasta hacerse imprimir en otra vida, y dar un testimonio
que ahogue las máquinas y su vocear a voces.
Ser poeta es sentirse, sensaciones, golpeando los bronquios,
ser tan fuerte que abracemos con mimo aunque nos duela,
es ponerse en paz con ese dios minúsculo,
que dé posada y abrigo al peregrino.
ser tan fuerte que abracemos con mimo aunque nos duela,
es ponerse en paz con ese dios minúsculo,
que dé posada y abrigo al peregrino.
Ser poeta es tenerse, consagradas,
manos abiertas, viento de los ojos,
abrirse y renunciarse, consumo que consume,
y encenderse en aplausos con la cintura del mundo.
manos abiertas, viento de los ojos,
abrirse y renunciarse, consumo que consume,
y encenderse en aplausos con la cintura del mundo.
Ser poeta es morirse en nuestra vida,
sin esperar los fecundos fogonazos,
es vivirse desnudo, descifrado,
entre los ecos,
entre las rosas,
entre lenguajes de acero
entre alfileres y encajes.
sin esperar los fecundos fogonazos,
es vivirse desnudo, descifrado,
entre los ecos,
entre las rosas,
entre lenguajes de acero
entre alfileres y encajes.
(De Sonámbula estación)
Dos poemas horizontales
«Toco tu boca,
con un dedo toco el borde de tu boca… ».
L. Cortázar.
con un dedo toco el borde de tu boca… ».
L. Cortázar.
Poesía y amor cierran ‑ahora sí‑ la primera parte de esta Antología ‑ I que tú, lector amigo, tienes en tus manos y a la altura de los ojos. Y se cierra con dos poemas‑resumen (27‑28), que llevan por título «Adiós» y «Elegía por la vida». Neruda dejó dicho que había nacido para vivir y ‑orgullosamente‑ confesó haber vivido. Este es el mensaje de estos dos poemas. Todas las letras de Llach, Aute y Serrat; todos los biorritmos de Darwin, Kepler o Curie; todo el sufrir‑sentir de Dante, Byron o Cernuda; toda la filosofía de Parménides, Hegel y Marcuse; toda la lucha‑idea de Cristo, Marx o Luther King; toda la belleza de Alejandría, del Popocatepec o de Marilyn Monroe; toda la cultura del Anahuac, Cyster y París; todo está en el pus y en la miel del hombre, en la choza y en el yate del hombre, en la sanguijuela y en la gaviota del hombre… porque todo vivir es llenarse hasta los ojos.
27
Adiós
«Un tálamo vacío nos espera».
Me voy.
Te dejo aquella luna de pan
en donde creímos mecernos cada noche,
y el olor de la vida que te anima
en cada pentagrama roto,
y ese mar todo tuyo.
Te dejo aquella luna de pan
en donde creímos mecernos cada noche,
y el olor de la vida que te anima
en cada pentagrama roto,
y ese mar todo tuyo.
Te dejo mi paréntesis de fuego
y el espejo del mundo,
y te dejo la risa que heredaste
de mi espera perenne.
Déjame las venas.
y el espejo del mundo,
y te dejo la risa que heredaste
de mi espera perenne.
Déjame las venas.
Te dejo aquel sabor de menta y uvas
que nos supo a escondite y sacrificio,
y a pestañas de humo,
y a pezones descubiertos,
y esa luz de tus ojos.
que nos supo a escondite y sacrificio,
y a pestañas de humo,
y a pezones descubiertos,
y esa luz de tus ojos.
Te dejo mi pistola
y mi retrato dibujado en el aire,
y mi huella en las sienes
de un fonema constante que persigue
tu grafía de arena en el aliento.
Déjame el silencio.
y mi retrato dibujado en el aire,
y mi huella en las sienes
de un fonema constante que persigue
tu grafía de arena en el aliento.
Déjame el silencio.
Te dejo aquel canasto de acerolas
que comimos un día en cada beso,
y el icono de Auríspice en el tálamo,
y el futuro del cosmos,
y esa niña proyecto que nos llora.
que comimos un día en cada beso,
y el icono de Auríspice en el tálamo,
y el futuro del cosmos,
y esa niña proyecto que nos llora.
Te dejo el sudor
y un trigo limpio que se hizo rastrojo,
y te dejo la luz que recreamos
en cada orgasmo muerto. En cada hoguera
te dejo un corazón quemado y vivo.
Déjame la duda.
y un trigo limpio que se hizo rastrojo,
y te dejo la luz que recreamos
en cada orgasmo muerto. En cada hoguera
te dejo un corazón quemado y vivo.
Déjame la duda.
Te dejo todo el grano de mostaza
y toda la vendimia que te llevas,
y te dejo tu vientre,
y mi muerte diaria,
y las cuarenta cartas de este juego,
y un azul en el tiempo.
y toda la vendimia que te llevas,
y te dejo tu vientre,
y mi muerte diaria,
y las cuarenta cartas de este juego,
y un azul en el tiempo.
Te dejo el sol ardiendo en cada lluvia,
y un hueco en cada noche del invierno,
y te dejo tus alas que se anidan
en este anochecer de mi cabeza.
Déjame la rosa.
y un hueco en cada noche del invierno,
y te dejo tus alas que se anidan
en este anochecer de mi cabeza.
Déjame la rosa.
(Mar de alfileres)
Nació como página íntima, luego pasó a «Sustantivos de invierno», y así fue publicado formando parte del libro Hominal presencia (1985). Esta elegía es uno de los poemas más especialmente queridos por mí y es uno de los más hondos y esenciales. Destaca su ritmo y su compás, dos elementos poéticos que a menudo se confunden, pero que no son lo mismo.
Obtuvo el premio Guadalquivir de poesía (1984).
Elegía por la vida
La carne ya murió,
ya sólo queda
abrir los viejos libros
y hacer bien las maletas
para el feliz viaje.
ya sólo queda
abrir los viejos libros
y hacer bien las maletas
para el feliz viaje.
Conservo en cada vena
todas las cicatrices
que convertí en arterias:
las drogas // las orgías,
los bucles // las cerezas,
las sogas // las sangrías,
los chicles // las perezas,
el pus // la tos;
el miedo // la luz,
el sol // el cieno,
la piel quemada ayer,
el beso // el queso,
la hiel ya vomitada,
la rosa ensangrentada,
el lápiz // el papel,
la frente fría,
el cáliz // el oropel,
la huella mía
el viento // los metales,
la risa // los retales,
el tiento en la camisa,
la cama // la retama,
el fuego // el juego,
el eco
fundido en el pijama.
todas las cicatrices
que convertí en arterias:
las drogas // las orgías,
los bucles // las cerezas,
las sogas // las sangrías,
los chicles // las perezas,
el pus // la tos;
el miedo // la luz,
el sol // el cieno,
la piel quemada ayer,
el beso // el queso,
la hiel ya vomitada,
la rosa ensangrentada,
el lápiz // el papel,
la frente fría,
el cáliz // el oropel,
la huella mía
el viento // los metales,
la risa // los retales,
el tiento en la camisa,
la cama // la retama,
el fuego // el juego,
el eco
fundido en el pijama.
Ni el paraíso viene,
ni la inocencia existe,
ni ya calienta el horno
los hielos del paisaje,
el tiempo ha consumido
entero el camuflaje,
el cosmos de la infancia
el juvenil deseo,
la madurez madura
la fruta del lagar.
¿Qué queda por amar?:
ni la inocencia existe,
ni ya calienta el horno
los hielos del paisaje,
el tiempo ha consumido
entero el camuflaje,
el cosmos de la infancia
el juvenil deseo,
la madurez madura
la fruta del lagar.
¿Qué queda por amar?:
Sólo canciones tristes,
medallas desvaídas,
memorias deshojadas,
sólo labios resecos,
fonemas sin sentido
y un llanto innecesario.
medallas desvaídas,
memorias deshojadas,
sólo labios resecos,
fonemas sin sentido
y un llanto innecesario.
iiAmé tanto la vida!!
***
(8) Esta colección apareció publicada como Madrigales de la espera. Diputación Provincial. Jaén, 1988.
(9) Hay una variante en el poema 126‑III.