03-12-07.
La palabra Tetuán significa, en árabe, ‘manantial’. La elección de tan sugerente nombre se debe a la abundante agua que brota en los manantiales del Yebel Gorges, majestuosa montaña, omnipresente en la hermosa ciudad, antigua capital del Protectorado Español. En esta ocasión, con motivo del III Festival Internacional de Teatro, el agua cayó del cielo en forma caudalosa durante los días 23, 24 y 25 de noviembre, en los que el grupo de amigos del Ateneo de Málaga permaneció en la Blanca Paloma. No aclaró ni de día ni de noche. Con el agua calando nuestros calcetines, transitamos por la Medina entre tenderetes multicolores, toldos, plásticos, gente que va y viene… Las veces que he recorrido sus sinuosas y extravagantes calles, lo he hecho con sol, entre una colorista multitud de personas que dan a este lugar un aspecto humano incomparable. En esta ocasión, la lluvia me permitió descubrir una Medina diferente, en la que el murmullo de la lluvia se mezclaba con la voz del almuédano llamando a la oración. Impactante imagen de un pasado permanente.
Por la tarde, el Ateneo, por delegación del Ayuntamiento de Málaga, clausuraba el festival con un espectáculo brillante y de gran nivel escenográfico e interpretativo: La magia del musical, magnífico trabajo del grupo Jábega, dirigido por Eva Martínez. A pesar de la alerta roja, del viento y la lluvia, que parecían ponerse de acuerdo para que nadie saliese de sus casas, el Teatro Español, joya del Protectorado Español, esplendoroso espacio escénico de 1921 ‑recientemente restaurado‑, se llenó. Seguía lloviendo torrencialmente, pero el trabajo de los veintitrés actores y actrices, representando los mejores momentos de los diez musicales de mayor éxito en Broadway, fue premiado con los aplausos persistentes y cálidos de un público absorto ante tanta perfección.
«Ustedes han expuesto en este escenario una bellísima obra de arte», me dijo el director del Museo de Arte Contemporáneo de Tetuán, al finalizar.
Por la noche, los participantes en el festival, unidos por la magia del teatro, cenamos juntos en un palacete, adornado festivamente, en el que se nos recibió con una orquesta bereber que dejó paso a otra tuareg. Después del obligado té y exquisitos dulces árabes, nos despidieron con discursos de afecto, reconocimiento y hospitalidad.
«A pesar de quienes se empeñan en que no sea así ‑dije, cerrando el protocolo de las intervenciones‑, la excelente relación que tiene el norte de Marruecos con España es una reciprocidad que no existe en ninguna otra parte del mundo, entre dos culturas diferentes».
Seguía lloviendo en Tetuán. Supimos, al día siguiente, que estábamos en alerta roja y que el Wali (Gobernador) y el Vicepresidente de la Comunidad Urbana, Sr. Abdeslam Damoun, no pudieron asistir a la representación teatral por encontrarse reunidos, dirigiendo el plan de prevención de posibles inundaciones. El estrecho, cerrado a la navegación, nos obligó ‑camino de Ceuta‑ a regresar y disfrutar una tarde más en Tetuán, que todos agradecimos cuando dejó de llover. El paseo nocturno por la bulliciosa, impresionante y sobrecogedora Medina nos ofreció la visión surrealista de los productos más variopintos: gallinas, pescados, corderos, especias, telas, pieles, artesanías, hierbas, zapatos, pan, dulces…, adornando el camino, bajo una esplendorosa luna llena que nos llevó a un palacio propio de Al Ándalus califal, convertido en hotel por una bella y simpática mujer canaria, descubridora del encanto de esta tierra, por la que dejó su cátedra de música en Córdoba. Animados, al evidenciar en los dormitorios de la primera planta el embrujo de las mil y una noches, nos sentamos en una artística mesa árabe y bebimos té verde mientras planificábamos un próximo retorno en época menos lluviosa. El buen vino que saboreamos después en la Casa de España, previo al descanso del ajetreado día, fue el colofón feliz antes del regreso a la península, no exento del impacto humano de la frontera y de los vaivenes del barco, que nos mecía sobre las olas caprichosas de un mar bravío.
Una vez más, un cúmulo de placenteras sensaciones ha quedado grabado para siempre en mi memoria. Hospitalidad a raudales, cordialidad y respeto, amistad, gratitud recíproca. Todo esto y mucho más nos ofrecieron nuestros amigos tetuaníes, muy especialmente el Alcalde en funciones, Sr. Abdeslam Damoun, y el presidente de la Asociación Tetuán Asmir, Sr. Abdeslam Chachoo. Todos, ellos y nosotros, nos despedimos felices por haber compartido entrañables momentos de buen teatro y de amistad en torno a la excelente comida marroquí con la que se nos obsequió en distintos lugares y ocasiones.
En la próxima Feria Hispano‑Marroc ‑del 5 al 9 de diciembre‑, volveremos a encontrarnos ateneístas y autoridades de los Ayuntamientos de Tetuán, Nador y Málaga. Juntos disfrutaremos de una “medina” ocasional en el Palacio de Ferias de Málaga, en la que Juan José Ponce, coordinador de Interreg III-A y prestigioso artista plástico, expondrá su extraordinario trabajo de investigación sobre la cerámica del Norte de Marruecos. Son doscientas piezas originales, con el título El Arco de la vida, de las que el crítico de arte Antonio Abad ha escrito: «A veces, cuando las miro, aquí, en mi otra casa, en la otra orilla, siento que el tiempo se contempla a sí mismo, y que yo pertenezco a un momento infinito en el que la dureza del barro o las líneas que trenzan ese cantarillo (boukala) que adorna mi buró, lo vuelven transitable».
Feliz éxito a esta nueva iniciativa de cooperación entre dos pueblos unidos por la cultura y la historia. Que, como bien dice nuestro amigo Abdeslam Chaachoo, «Iniciativas como ésta ayudarán a conservar las extraordinarias manifestaciones artísticas y artesanales que forman parte del patrimonio de la humanidad; tarea en la que debemos colaborar todos».