6:30 horas a. m.

12-07-07.

A Manuel Jurado,
por dejarnos saborear
sus artísticos terrones de azúcar
que se deshacen
‑porque así los elabora‑
en el paladar agradecido
.

Siempre hay un primer pío-pío que despierta los amaneceres. Le sigue otro, luego otro y, enseguida, miles que programan los sueños en concierto.

Unos petos amarillos anónimos limpian y riegan el camino, en libre abanico, para que pasen las prisas y se escondan las últimas sombras.
Así comienza cada día anunciando canciones. El gran Sol se asoma a continuación y calienta el salón de la vida.
El olor a pan recién hecho invade los rincones del alma y el sabor oscuro del café despeja recuerdos.
La historia camina vacilante con sus mil pequeñas historias saludando quehaceres y acariciando ilusiones.
Luego, los niños preguntan por los deberes de los juegos. Las madres lloran complacidas porque crecen sin condiciones.
Hoy es verano y la tarde se alarga.
Que no vengan, Dios mío, los poderosos vientos salvadores.

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