Hoy voy a ser yo, Abel, quien cuente nuestra epopeya cotidiana de irnos en Año Nuevo, a Vila Real de Santo António para pasar cinco días y cuatro noches en una coqueta y económica casita que había apalabrado, hacía bastante tiempo, mi querida mamá, tan previsora en todo, como siempre…
Nuestras expectativas de viaje y diversión estaban abiertas a todo, pues quitando el alojamiento, lo demás lo dejamos al albur, o sea a la buena de Dios. Esperábamos tener suerte. Son más o menos las palabras que mami nos ha repetido varias veces antes y después del viaje. Ella siempre dice que al viajar con nosotros, Saúl y yo, todo es imprevisible y hay que ir dejando que el día a día nos marque cómo divertirnos y pasárnoslo bien.
Así que el mismo día 1, con el año 2025 recién estrenado, nos levantamos con mucha ilusión y alegría para desayunar pronto y comer también temprano en casa de la ía lo que más nos encanta a los dos: bacalao dorado a la portuguesa, pero con el toque tan especial que le da nuestra querida abuelita Margarita.